Decidido entré al burdel, con mis lentes oscuro, saco, corbata y zapato. En seguida vi a Don Fermin, que andaba en busca de placer aunque se tenía por sacro. Allí andaba también un coronel, un anacoreta sediento, un cura y hasta un diputado. Todos financiaban algunas mordiditas, caricias, besos, abrazos y orgasmos. Todo era al doble de fingido que pagado.
Por allí no me detuve mucho y seguí en busca de mi objetivo, sin ningún temor al fracaso, pasé de inmediato una puerta Roja que fué para mi lo que para muchos otros es como un ocaso, no pasó mucho para sonar el teléfono de servicios del lugar y preguntarme; ¿Que producto le mandamos? Sin pensarlo dije: “la número Quince” solo me respondió, espere, va de inmediato.
Llegó el momento indicado, sentí que se abría la puerta, y la chica que por ella entraba no tenía nada que envidiarle a ninguna reina, pues era hermosa como ninguna, pelo largo, alta y esbelta, en nada exagero y repito, era bella como una reina.
Se acercó a la alcoba, me suministró algunas caricias, frente a mi se movía dulcemente y se acariciaba a si misma. Pero, muy sorprendida ella al constatar mi apatía, me preguntó; ¿No te gusta lo que vez? Acto seguido se desvestía, más aún se sorprendió pues de mis ojos lagrimas caían, me ofreció algo para aligerarme y me dijo; “aquí está por lo que venías” Le dije; vístete por favor, no vengo por tus caricias, vengo a suplicar tu perdón aunque eso no sane tus heridas.
Si Natasha, soy yo, ese hombre que te tocó cuando aún eras una niña, el que se aprovechó de tu cuerpecito y el que desde esa noche, castigado por la conciencia al ver en lo que te has convertido tampoco dormía, hoy lleno de dolor vengo a este lugar, y aunque se que no lo merezco tu perdón ruego de rodillas.
En seguida empezó a llorar mientras recordaba ese día, pasado un tiempo me abrasó mientras lloraba y dijo; ” aún soy tu niña, te perdono papá”, mientras besaba mis mejillas.