En la vorágine del mundo moderno, el ser humano se halla inmerso en un laberinto de actividad constante, donde la prisa y la inmediatez se erigen como divinidades supremas. En esta carrera frenética por alcanzar metas y cumplir obligaciones, hemos relegado al olvido la capacidad de detenernos y apreciar las pequeñas maravillas que nos rodean. Nos hemos convertido en esclavos …
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