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¿Y si no crees porque no te conviene?

Imagen generada con IA a partir del texto.

La negación de Dios ha sido, por siglos, un gesto cargado de peso filosófico. Algunos la han visto como valentía intelectual, otros como desesperación espiritual. Yo, desde este rincón de la reflexión, me atrevo a proponer otra lectura: ¿y si, en muchos casos, negar a Dios no es tanto una conclusión lógica como una evasión moral?

No hablo del ateísmo académico ni del agnosticismo honesto, sino de esa incredulidad práctica, cotidiana, disfrazada de indiferencia. Ese vivir «como si Dios no existiera» que Charles Taylor diagnostica tan bien. Ese hábito de secularidad funcional, donde el hombre ya no discute con Dios —simplemente lo omite.

Y no porque no tenga razones. Las tiene, claro. Pero ¿son razones o excusas? La modernidad ha aprendido a racionalizar lo que desea. El corazón primero decide, luego la mente justifica. Como decía Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Tal vez muchas veces no negamos a Dios por falta de evidencia, sino porque no queremos las consecuencias de Su existencia.

Porque si Dios existe, no somos soberanos. Si Dios es real, el yo no es absoluto. Hay verdad fuera de nosotros, hay ley por encima de nuestro deseo, hay juicio más allá de nuestras narrativas. Y eso, en esta época de autoafirmación constante, suena a herejía.

Negar a Dios, entonces, puede ser —y a menudo es— una forma de proteger el ego. Un mecanismo de defensa sofisticado, pero defensa al fin. Dios es incómodo porque nos recuerda que no somos el centro. Que la libertad sin verdad es solo otra forma de extravío. Que el alma necesita redención, no validación.

Lo paradójico es que, al negar a Dios por querer ser libres, terminamos siendo esclavos. No ya de un dogma religioso, sino de nuestras pasiones, del rendimiento, del éxito, del placer inmediato. Como advertía Keller, el corazón humano es una fábrica de ídolos. Y estos ídolos modernos —aunque brillen— no redimen. Solo desgastan.

Por eso, tal vez, el verdadero acto de fe no es creer que Dios existe. Es rendirse ante Él.

Aceptar que no somos dioses. Que la verdad no siempre acomoda. Que el amor más alto exige rendición. Y que solo quien se entrega, se encuentra.

No todos negamos a Dios por rebelión. Algunos lo hacemos por miedo. Pero al final, la pregunta no es si hay pruebas suficientes. La pregunta, brutal y hermosa, es si estamos dispuestos a vivir bajo esa Verdad que reclama el corazón entero.

📄 Puedes leer el ensayo completo aquí:
👉 _Y_Si_Dios_Existe__La_Negación_de_Dios_como_Evasión_Moral

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Economista, con una sólida trayectoria en desarrollo institucional y auditoría interna. Me impulsa una pasión por el aprendizaje continuo y el crecimiento personal. Complementado con una curiosidad profunda por entender la complejidad del mundo y la naturaleza humana.