Imaginen a Juan Pedro. Juan Pedro trabaja arduamente como contador en una empresa manufacturera desde hace 10 años. A pesar de su dedicación y experiencia, su sueldo ha incrementado mínimamente y cada quincena enfrenta el mismo problema: su salario no alcanza para cubrir todos los gastos.
Entre la renta, la comida, la escuela de los niños y el transporte, el sueldo de Juan Pedro se esfuma más rápido que un bizcocho en un cumpleaños, como muchos otros, recurre al famoso «fiao» en el colmado de Don Chelo y cada día, al regresar del trabajo, nota cómo el cartoncito de la cuenta se lena rápidamente. Con la mano en la cabeza y sintiéndose con la soga al cuello, Juan Pedro se ve obligado a usar su tarjeta de crédito y pedir un adelanto de salario para llegar a fin de quincena. Además, recurre a su suegro, prometiendo que esta vez sí le pagará, junto con las otras seis cuotas que ya le debe. Y cada 15 días, la misma historia se repite.
Esta historia, aunque cotidiana y quizás un poco cómica en la que muchos nos veremos identificados, refleja manera inquietante la situación del endeudamiento público en nuestro país.
En el siglo XIX, la República Dominicana empieza a utilizar el endeudamiento externo como una herramienta para financiar su desarrollo. Desde el Empréstito Hartmont en 1869 hasta los más recientes bonos soberanos el país ha seguido acumulando deuda. Y ahora nos hemos encontrado atrapados en un ciclo de préstamos y pagos que parece nunca terminar
Estos préstamos, en teoría, deberían ayudarnos a construir una nación más fuerte y prospera, sin embargo, la realidad ha sido otra. Como padre de familia que acumula deudas impagables, nuestro país ha enfrentado crisis económicas recurrentes debido a estos préstamos.
Volvamos un momento con nuestro amigo Juan Pedro. Debido a todas las deudas en el colmado y los altos intereses que tiene que pagar de la tarjeta de crédito, Juan Pedro siente la espalda como si llevara una gran oveja lanuda. Dicha carga le impide moverse con facilidad; no puede ahorrar para un fondo de emergencia, se le dificulta sacar dinero para invertir en su formación profesional y le impide ahorrar para comprar la casa de sus sueños.
La deuda externa en la República Dominicana es como esa oveja que Juan Pedro lleva todos los días a cuestas. Esta carga limita nuestra capacidad para invertir en cosas importantes como infraestructura, salud y educación. Al destinar gran parte de nuestro presupuesto al servicio de la deuda, estamos dejando de lado inversiones cruciales para el desarrollo. Además, con la depreciación del peso, el costo de estos préstamos sigue aumentando, haciendo que la mochila sea cada vez más pesada.
Soluciones, soluciones y más soluciones: una Reforma Fiscal
Hace unos días leí un artículo que describe la diferencia entre una reforma fiscal y una reforma tributaria. Aunque ambos conceptos pueden sonar como lo mismo, hay una diferencia importante: la primera es más completa y profunda que la segunda.
Mientras que la reforma tributaria se enfoca en la modificación y estructura de los impuestos, la reforma fiscal abarca la eficiencia en la recaudación, la administración del gasto público y, sobre todo, la política de endeudamiento.
Nuestro compatriota Juan Pedro sabe que, para salir del agujero de la deuda, tiene que apretar la correa y hacer algunos sacrificios. De manera similar, la República Dominicana necesita una reforma fiscal integral. Esta reforma, aunque dolorosa, es esencial para estabilizar nuestra economía. Mejorar la recaudación de impuestos, reducir la evasión fiscal y controlar el gasto público son pasos necesarios. Es crucial priorizar inversiones que generen crecimiento económico y bienestar social, en lugar de continuar con un ciclo de endeudamiento insostenible.
El Futuro de Juan Pedro y la República Dominicana
Para concluir, considero que es crucial reflexionar sobre un aspecto fundamental del cual he estado escuchando frecuentemente en conversaciones del día a día: el problema del endeudamiento extremo no es exclusivo de un mandatario o un partido político en particular. Si bien es cierto que algunos gobiernos han incurrido en más préstamos que otros, todos, en mayor o menor medida, han contribuido al problema general. Culpar únicamente al gobierno de turno, independientemente de su afiliación política, nos impide asumir nuestra responsabilidad colectiva y trabajar juntos para abordar este grave problema.
El objetivo es liberarnos de la carga de la deuda excesiva y construir una economía más resiliente y equitativa. Es un desafío formidable, pero con voluntad política y una visión clara, es posible transformar nuestro enfoque y garantizar un futuro más próspero para la República Dominicana. Como Juan Pedro, tenemos que hacer sacrificios hoy para tener una vida más cómoda y segura mañana.
Joyce N. Vilomar
Estudiante de término de economía en la Universidad Autónoma de santo Domingo (UASD).
Linkedin:
https://www.linkedin.com/in/joyce-vilomar-taveras-13600b1a3?utm_source=share&utm_campaign=share_via&utm_content=profile&utm_medium=android_app