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La Ética y la Moral en la Sociedad Moderna: Una Perspectiva Kantiana en la República Dominicana

Imagen: fuente externa.

En un caluroso día de verano, un joven llamado Juan se encontraba caminando hacia su casa cuando vio a un anciano luchando por cruzar la calle. A pesar del tráfico y del calor abrasador, Juan no dudó en detenerse y ayudar al anciano. Esta acción, aparentemente simple, resonó en la comunidad y se convirtió en un ejemplo vivo de moralidad desinteresada.

Este gesto de Juan no sólo ayudó a un individuo en necesidad, sino que también nos recuerda la importancia de actuar según principios universales de bondad y deber, como lo proponía Kant. En una sociedad donde las decisiones a menudo están guiadas por intereses personales o económicos, la historia de Juan nos lleva a reconsiderar la relevancia del imperativo categórico: actuar de tal manera que nuestra conducta pueda ser un modelo para todos.

En la era contemporánea, la ética y la moral parecen estar en constante evolución, influenciadas por cambios sociales, económicos y tecnológicos. Sin embargo, al reflexionar sobre los principios filosóficos de Immanuel Kant, especialmente su imperativo categórico, surge una crítica profunda hacia la dirección en la que se mueve nuestra sociedad.

Marco teórico

El imperativo categórico de Kant nos insta a actuar solo según aquellas máximas que podamos querer que se conviertan en una ley universal. Este principio, aunque simple en su formulación, exige una introspección y una coherencia moral que a menudo parece faltar en la sociedad moderna.

A diferencia del imperativo hipotético[1], el categórico exige incondicionalmente que hagamos ciertas cosas o que las dejemos de hacer, esto es, sin suponer ninguna condición: uno debe, por ejemplo, respetar a los demás sin importar lo que uno piense, quiera o desee. La exigencia es incondicional. Kant piensa que el carácter incondicional de las exigencias morales es una característica necesaria de las mismas y piensa también que nosotros estaremos de acuerdo. Además de apelar a nuestra intuición moral, en la tercera sección de la Fundamentación Kant ofrece argumentos cuyo fin es, en parte, mostrar que las exigencias incondicionales de este imperativo están bien fundadas, pero no puedo entrar aquí en ello  (Rivera Castro, 2004).

Este imperativo (categórico), nos lleva a actuar de manera práctica desde el principio de la racionalidad. Esto no significa que el problema con la conducta inmoral es que sea irracional. En la teoría de Kant no es el caso que la persona moral actúe moralmente porque quiera ser racional; la persona moral actúa moralmente porque valora a la humanidad como un fin en sí mismo, en su persona y en la de los demás.

“El fin o la aspiración de la persona moral no es ser racional, sino tratar a la humanidad siempre como un fin y nunca como un mero medio. Aunque, desde luego, la acción moral es al mismo tiempo racional porque se adecua a los principios que gobiernan la racionalidad práctica (Rivera Castro, 2004)”.

Desarrollo

En la República Dominicana, como en muchas otras naciones, observamos una serie de desafíos éticos y morales. La corrupción, la desigualdad social y la falta de transparencia son problemas persistentes que afectan tanto a las instituciones públicas como a las privadas. Estos problemas no solo socavan la confianza pública, sino que también reflejan una desconexión con los principios kantianos de universalidad y respeto por la dignidad humana.

Pues no se sujetan al principio de universalidad planteado por Kant, sino que se moldea la moral en función de las conveniencias subjetivas determinadas por el o los sujetos beneficiados. De modo que, independientemente de si alguna acción está normalizada y/o legalizada, al punto de constituir como ética la acción social, si dicha acción no pasa la prueba de universalidad termina violando el principio kantiano, por tanto, se constituye en una acción inmoral, aunque sea ética.

Ejemplos:

La corrupción, por ejemplo, es una violación flagrante del imperativo categórico. Cuando los funcionarios públicos actúan en su propio interés en lugar del bien común, están adoptando una máxima que, si se universalizara, llevaría al colapso de la confianza y la justicia en la sociedad. La desigualdad social, por otro lado, refleja una falta de respeto por la dignidad de cada individuo, un principio central en la ética kantiana.

Además, la falta de transparencia en las instituciones crea un ambiente donde la desconfianza y el cinismo pueden florecer. Kant nos recuerda que la honestidad y la transparencia son esenciales para una sociedad moralmente coherente. Sin estos valores, las relaciones sociales y económicas se ven comprometidas, y la cohesión social se debilita.

Para abordar estos desafíos, es crucial que tanto los líderes como los ciudadanos dominicanos adopten un enfoque más kantiano hacia la ética y la moral. Esto implica no solo adherirse a principios universales de justicia y equidad, sino también fomentar una cultura de responsabilidad y respeto mutuo.

Conclusión

A pesar de que la ética y la moral en ocasiones sean contradictorias, la respuesta debería ser la aproximación hacia ambos terrenos a fin de establecer principios universales que garanticen la prevalencia del valor humano como un fin más que un medio. Este enfoque es fundamental en una sociedad cada vez más compleja y diversa, donde las decisiones y acciones individuales tienen un impacto significativo en la colectividad.

En un mundo globalizado, donde las culturas y las ideologías se entrelazan de maneras inéditas, es crucial buscar puntos comunes que promuevan la coexistencia pacífica y el respeto mutuo. La filosofía kantiana nos ofrece un marco valioso para esta tarea, al proponernos que actuemos de acuerdo con máximas que puedan ser universalizadas sin contradicción. Esto significa que nuestras acciones deben ser guiadas no solo por consideraciones pragmáticas o egoístas, sino por un compromiso profundo con la dignidad y el bienestar de todos los seres humanos.

Adoptar principios universales de ética y moral no es una tarea sencilla. Requiere de una reflexión constante y de un esfuerzo consciente por superar nuestros propios prejuicios y limitaciones. No obstante, es un esfuerzo que vale la pena. Al priorizar el valor humano como un fin en sí mismo, contribuimos a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y armoniosa.

La integración de principios universales en nuestras vidas cotidianas puede manifestarse en acciones tan simples como ayudar a alguien en necesidad, ser honestos en nuestras relaciones, o trabajar por la justicia social. Estas acciones, aunque parezcan pequeñas, tienen el potencial de generar un impacto profundo y duradero, inspirando a otros a actuar de manera similar.

En última instancia, la ética y la moral, aunque a veces puedan parecer en conflicto, deben ser vistas como dos caras de la misma moneda, ambas indispensables para la promoción del bien común. Solo a través de una aproximación integrada y coherente podremos asegurar que el valor humano sea siempre respetado y protegido, consolidando así una base sólida para el desarrollo sostenible y la paz global.

Referencias

Rivera Castro, F. (2004). El imperativo categórico en la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. Revista Digital Universitaria, 2-4.

[1] Es un principio de racionalidad práctica porque nos dice en qué consiste actuar racionalmente: una persona racional toma los medios para realizar sus fines, una personal irracional no.

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Economista, con una sólida trayectoria en desarrollo institucional y auditoría interna. Me impulsa una pasión por el aprendizaje continuo y el crecimiento personal. Complementado con una curiosidad profunda por entender la complejidad del mundo y la naturaleza humana.