Noticias de última hora

Inspirarse no es robar, por ahora: Japón y el dilema del arte IA

Tokio, abril de 2025 — Si una IA dibuja como Miyazaki, ¿estamos frente a un homenaje… o a un delito? La línea entre inspiración y apropiación se está desdibujando más rápido que un boceto a lápiz, y Japón acaba de trazar una raya (borrosa, eso sí) en la arena legal.

Durante una sesión reciente del Comité de Asuntos Internos, el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología (sí, todo eso) respondió a la creciente moda de generar imágenes con IA que parecen sacadas directamente de Mi vecino Totoro o El castillo vagabundo. Este fenómeno, bautizado como “ghiblificación”, está haciendo olas en redes sociales desde que OpenAI afiló los pinceles digitales de ChatGPT a finales de marzo.

La posición del gobierno nipón es tan japonesa como el té verde: matizada, prudente y algo zen. Hirohiko Nakahara, representante ministerial, dejó claro que mientras no se copie una obra específica de forma directa, estamos bien. “La ley no protege el estilo, sino la expresión original”, explicó con esa mezcla de tecnicismo y poesía burocrática que solo un funcionario japonés puede lograr sin que se le mueva un solo cabello.

La implicación es simple pero profunda: puedes hacer que tu IA dibuje “como Ghibli”, siempre que no te le acerques demasiado. Como en los jardines japoneses, el arte está en sugerir, no en replicar.

Pero la reacción pública no se hizo esperar. Internet, ese dojo de opiniones cruzadas, se llenó de comentarios:

“¿Y los derechos de autor de los datos que se le mete a la IA?”
“Esto es como los doujinshi. Siempre ha sido así.”
“No es ilegal parecerse. Es ilegal copiar.”
“Los anti-IA están llorando sin razón. Todos imitaban a Tezuka en su época.”

Y sí, en efecto: la historia del arte es la historia de la imitación. Picasso lo decía sin sonrojarse: “Los grandes artistas roban”. Pero ahora que las máquinas también “roban” con algoritmos entrenados en millones de imágenes humanas, la pregunta es: ¿es lo mismo?

El arte generado por IA vive en una especie de limbo legal y filosófico. ¿Puede una máquina tener estilo? ¿Puede imitar sin saber que lo hace? ¿Y si copia sin intención, sigue siendo plagio?

Por ahora, Japón dice: tranquilos, el estilo no tiene dueño. Pero los tribunales podrían pensar distinto si la obra se parece demasiado a un fotograma de El Viaje de Chihiro. Como suele pasar, el veredicto final no vendrá del código fuente, sino del juez.

Mientras tanto, el fenómeno de la ghiblificación seguirá creciendo, entre la admiración y la sospecha. Porque aunque las máquinas no sueñan, pueden hacer soñar. Y eso, queridos lectores, también tiene consecuencias.

Website |  Otros artículos de este autor

Medio de comunicación masivo, en formato digital, que permite comunicar noticias recientes o temas de actualidad e interés público. Estamos enfocados especialmente en la región sur de la República Dominicana.